La Escuela Infantil: El primer escalón hacia un futuro emocionalmente inteligente

En el mundo en el que estamos, los logros más valorados son aquellos que pueden medirse con cifras o bien sean tangibles. Demasiado olvidada está esa labor silenciosa, pero a su vez fundamental, que desempeñan los educadores infantiles. Yo tuve el privilegio de serlo y vivirlo en mis propias carnes y puedo asegurar que aunque es un trabajo duro y poco valorado, me parece el mejor trabajo del mundo. El amor que recibes de los niños mejora tu vida y absorbes toda la felicidad y alegría que ellos poseen.

Día tras día, estos grandes profesionales siembran las semillas de la futura sociedad, cultivando en los más pequeños los valores de la empatía, el respeto y el amor. Sin embargo, el reconocimiento económico y social no refleja la responsabilidad que conlleva moldear las mentes y corazones de los pequeños. Incluso sabiendo que su trabajo principal es construir los cimientos emocionales y cognitivos de las personas que se convertirán en EL FUTURO.

En fechas recientes, las voces de los educadores infantiles se han alzado para, una vez más, reivindicar el deseo de ser valorados. Estos movimientos son una llamada a la justicia, son el eco de una profesión que busca ser vista, comprendida y valorada. Solo piden reconocimiento ya que su trabajo va más allá de la enseñanza, es una misión de vida, una inversión en el bienestar y desarrollo integral de cada niño y cada niña que tienen a su cargo.

La Escuela Infantil: Cultivando el jardín de las emociones en los más pequeños

La escuela infantil representa mucho más que un lugar de aprendizaje académico, es el espacio donde los más pequeños dan sus primeros pasos hacia un entendimiento más profundo del mundo y de sí mismos. Junto a sus compañeros descubren la riqueza de las emociones, de TODAS las emociones. No hay buenas ni malas, todas son ricas y tienen su propio propósito. Los educadores acompañan a los pequeños a gestionarlas siempre desde el amor, el respeto y la empatía. En este entorno, los niños encuentran un terreno fértil donde poder sembrar la semilla de la inteligencia emocional que marcará el camino de sus vidas.

En los centros de educación infantil, cada risa y cada lágrima es una oportunidad para enseñar la riqueza emocional del ser humano. En la escuela infantil, el amor no es un sentimiento pasajero, es la piedra angular que regula el aprendizaje. Y no es un aprendizaje unidireccional, sino bidireccional. Los niños, sin ser conscientes de ello, enseñan día a día lecciones importantes a los educadores. A través de juegos, canciones y actividades se fomenta un entorno donde el cariño y el respeto dan lugar a esos momentos de aprendizaje bidireccional que comentaba antes.

Fomentando la empatía y la resiliencia desde la infancia

Estos centros educativos son escenarios donde la empatía se practica como una asignatura más y la resiliencia se fortalece con cada pequeño desafío. Se enseña a los niños que cada emoción es válida, que no hay que huir de aquellas emociones que nos hacen sentir mal, sino que hay que aprender de ellas, desafiarlas y controlarlas para así disfrutar de una educación emocional saludable. La resiliencia se teje en el currículo a través de la superación de pequeños desafíos, preparando así a los niños para poder enfrentarse a las adversidades de la vida y crecer a partir de ellas.

El Educador: Faro de guía en el mar de las emociones

Los educadores de la infancia adoptan el papel de faros, guiando a los niños a través de sus propias emociones y relaciones. Con cada actividad, conversación y enseñanza, los educadores moldean no solo las capacidades cognitivas de los niños, sino también su capacidad de sentir y conectar con otros.

Como educadora, he tenido el privilegio de ser testigo de la transformación de "mis niños". Seres curiosos y llenos de energía con unas ganas voraces de aprender y entender el mundo que les rodea. A veces con dudas sobre su propio ser, sintiéndome entonces afortunada de poder ayudarlos a encauzar de nuevo su camino y ver cómo poco a poco logran hacerlo ellos mismos. Es una responsabilidad que tienen los educadores y que siempre he abrazado con pasión y dedicación. Sea cual sea el trabajo al que me dedique, ayudar a esos pequeños a florecer es y será siempre mi vocación.

Conclusión: Un compromiso colectivo con el futuro emocional

La importancia de la escuela infantil no puede ser subestimada. La educación infantil es un compromiso colectivo que requiere el reconocimiento y el apoyo continuo de las instituciones, padres y todas las partes de la sociedad. Al hacerlo, no solo enriquecemos las vidas individuales de los niños, sino que también invertimos en la salud emocional y el bienestar de nuestra comunidad global.

La escuela infantil no es simplemente un lugar de aprendizaje; es un jardín donde las habilidades emocionales se riegan con cuidado, atención y mucho amor para que cada niño pueda crecer fuerte, adaptable y conectado en un mundo en constante cambio. Los niños de hoy son nuestro futuro.

Para complementar las reflexiones compartidas en este post, me gustaría presentar un vídeo reciente, donde CCOO habla, ya en su tercer día de huelga, exponiendo las razones por las cuales se ha decidido hacer este paro.

Este video no solo es informativo, sino que también es una llamada a la reflexión y a la acción. Las palabras del representante capturan la esencia de las demandas del colectivo de educadores infantiles: una búsqueda de equidad, reconocimiento y condiciones justas que reflejen la importancia de su labor en la sociedad.

Los invito a ver este video para comprender más a este sector y ver la importancia de su lucha. Es un tema que nos afecta a todos, ya que la educación de los más pequeños es la base sobre la que se construye el futuro de nuestra sociedad.

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