El Poder de las Palabras: Una Herramienta de Cambio

El Poder de las Palabras: Una Herramienta de Cambio

A veces subestimamos el poder de nuestras palabras. Pensamos que, por ser jóvenes o inexpertos, nuestras opiniones no importan. Sin embargo, nuestras palabras pueden ser una herramienta de cambio poderosa, capaz de influir en nuestro entorno y en las decisiones de quienes nos rodean. Quiero compartir una experiencia personal que ilustra este concepto.

Hace poco, recordé una historia que viví a los 15 años, cuando trabajaba como camarero en una piscina. Un día, el maître, el dueño y el director del hotel discutían sobre cómo deshacerse de unas viejas y pesadas sillas de hierro fundido de la terraza. Escuché la conversación y decidí intervenir.

Sugerí que esperaran un mes más y dejaran las sillas en la calle, ya que cada invierno pasaban personas que recolectaban objetos y seguramente se las llevarían sin costo alguno. Esta sugerencia no fue bien recibida. El maître, molesto, me dijo que no tenía derecho a opinar y que debía guardar silencio cuando los mayores hablaban. Fue un golpe duro para mí, ya que solo quería ayudar.

A pesar de sentirme desanimado, dos meses después, nos pidieron a los camareros que sacáramos las sillas fuera para que alguien se las llevara. Para sorpresa de todos, una de las personas que las recogió incluso ofreció una pequeña cantidad de dinero en agradecimiento. En ese momento, me di cuenta de algo importante: mi opinión sí tenía valor.

Esta experiencia me enseñó que mis palabras podían influir y provocar cambios, aunque no siempre fueran bien recibidas de inmediato. Desde entonces, decidí no callar mis opiniones, comprendiendo que el verdadero poder de las palabras reside en su capacidad de generar impacto.

Muchos años después, ya convertido en padre, me encontré en una situación similar, pero esta vez del otro lado. Me di cuenta de que muchas veces había pecado de lo mismo que hicieron conmigo. En una ocasión, mi mujer me dijo en confianza: “No hagas callar al niño y escúchalo. Igual lo que te dice es una tontería, pero dale esa oportunidad de que se sienta valorado”. Estas palabras resonaron en mí.

Un día, mientras jugábamos un juego de mesa, cuando iba a realizar una acción, mi hijo de 9 años intervino rápidamente. No iba a escucharlo, pero recordé las palabras de mi mujer y cómo me había sentido yo con el menosprecio del maître. Esta vez le di la oportunidad de hablar y, para mi sorpresa, su jugada era mejor que la que yo había pensado. Le di las gracias y mi hijo se puso súper contento, enseñándome una lección de humildad.

Esto no significa que debamos decir todo lo que se nos pase por la cabeza. Tanto opinadores como oyentes, tenemos una responsabilidad implícita. Nuestras palabras son una herramienta poderosa que puede cambiar nuestro entorno y las vidas de quienes nos rodean. Cada vez que compartimos una idea, una opinión o un consejo, estamos sembrando la posibilidad de una transformación.

Así que, la próxima vez que sientas que tu opinión no cuenta, recuerda mi historia. Habla, comparte tus ideas y no subestimes el impacto que puedes tener. Tus palabras son valiosas y pueden ser el catalizador de grandes cambios.

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